Friday 23 May 2014

Por qué PODEMOS Y DEBEMOS.


Hola a todos, Soy Juan Ramón Martín Menoyo, un expatriado que desde hace bastantes años reside en Arabia Saudí. Y un privilegiado, al que le duele tremendamente la situación en la que vive una buena parte de la gente de su país y quiere contribuir a dar un vuelco a la situación. Por ello, quería pediros vuestra implicación en la plataforma Podemos más allá de estas elecciones del 25 de mayo, y de las próximas que vengan. Que forméis parte y os impliquéis en ella. En este texto os quería comentar mis motivos.

-Las elecciones Europeas del 25M se dan en un momento de máxima desafección respecto a las instituciones europeas y los distintos gobiernos nacionales, alejados de la gente, que cada vez se siente menos representada por ellos, a los que en algunos casos ni siquiera han elegido. Son unas instituciones cada vez más claramente al servicio de las élites y las grandes corporaciones,  en consonancia con un modelo capitalista neoliberal que provoca que las diferencias entre los más pudientes y los que menos tienen se exacerben y llevando a más gente, a más familias a la exclusión social. Esto adquiere unos tintes especialmente dramáticos en los países del Sur de Europa, con gobiernos seguidistas de los recortes impuestos por el núcleo duro de la UE y la Troika. A consecuencia de ello se están dando fenómenos tan extremos como la malnutrición infantil o la pobreza energética de un número creciente de familias. Para completar el cuadro, esa exclusión y desapego ciudadano hacia lo que representa la Unión Europea, está siendo canalizado por movimientos y partidos abiertamente xenófobos y ultraderechistas que no paran de aumentar en apoyo social. El panorama no se aleja a una distopía y nos recuerda a un pasado no tan lejano. Ancianos buscando en los contenedores, personas hacinadas en los pasillos de urgencias de los hospitales, familias que no pueden encender la calefacción en invierno. Tristes, tristísimas imágenes, con las que convivimos en esta triste y vieja Europa.






En España confluyen dos crisis interrelacionadas, la económica, con un modelo económico agotado y la política con unas instituciones absolutamente desprestigiadas. Subyace en todo esto una crisis moral y de valores que ha calado más hondo de lo que parece. La ganancia o el pelotazo a cualquier precio, individualismo, sálvese quién pueda, relativismo moral han sido exhibidos como principios fundamentales sin tapujos, y no sólo por la élite, precisamente.  La situación de emergencia social que condena a la exclusión a un número cada vez mayor de personas, hace cada vez menos sostenible un régimen cuyo principal exponente es una monarquía y dos partidos de gobierno intrínsicamente corruptos, prevaricadores, mentirosos y al servicio de los intereses de oligopolios energéticos, financieros y del "capitalismo castizo español" en general, y en detrimento de los de la mayoría de la gente. La impostura de este sistema, a pesar de los agoreros de la recuperación y de las vuelta a la prosperidad general, aguanta ya a duras penas (y cabe que sucesos desfavorables en la situación económica mundial lo acabe precipitando), pero sin una alternativa real, el régimen puede propiciar una reforma del mismo para que nada cambie. Por eso, en este contexto se hace imprescindible una respuesta de ruptura, popular, que aglutine la lucha frente a este sistema y construya las bases de uno nuevo. ¿Y con qué nos encontramos?. Pues con que los que estarían llamados a liderar ese proceso en el país no son capaces de movilizar a esa mayoría de gente que está sufriendo, y que ve día a día violentada su dignidad como ciudadanos. Es difícil que esa gente pueda confiar en organizaciones jerarquizadas y verticales con miembros incrustados por décadas en sus cúpulas, demasiado alejadas de su militancia, realmente combativa y consecuente,  y que no ofrecen un plan ni ilusionante, ni viable, ni participativo para superar este régimen. Parece más bien, que quisieran contribuir a reformarlo desde dentro aliándose con la pata supuestamente “progresista” del mismo.  Respecto a los sindicatos mayoritarios, pese a contar también con unas bases comprometidas y luchadoras, lamentablemente, no se puede esperar gran cosa de ellos. ¿Qué esperar de unas cúpulas burocratizadas que han hecho depender a la organización de unas subvenciones concedidas “discrecionalmente” por las administraciones públicas, y de que éstas miren para otro lado respecto a un uso de las mismas que difiere radicalmente del motivo para el que habían sido concedidas?. Por otra parte, existe una gran variedad de pequeños partidos y organizaciones con programas abierta y sinceramente rupturistas o revolucionarios, pero su planteamiento sobre cómo tiene que ser ese proceso y el papel que ellos quieren jugar en él hace casi imposible que se pueda conformar un bloque con la capacidad para hacerlo.

En este aspecto, quería compartir una reflexión respecto a las Marchas de la Dignidad, en las que tuve el privilegio de participar  el pasado mes de marzo. Fue un honor conocer a un montón de gente común, en muchos casos con una situación muy precaria, pero con una conciencia muy clara de querer involucrarse totalmente en la lucha para cambiar radicalmente el actual estado de cosas “cueste lo que cueste”. Querían dejar claro que nadie nos puede robar la dignidad como ciudadanos  y que podemos aspirar a un sistema que esté al servicio de las necesidades de la mayoría.  No dudaban estos luchadores que corresponde a “los de abajo” batirse el cobre para dar un vuelco a la situación. Y una movilización continuada, andando, que salía de muchos puntos, con el apoyo de una larga lista de organizaciones, y que confluía en Madrid un 22 de marzo, podía suponer un antes y un después en esa lucha. Un aldabonazo, un nuevo grito en las conciencias tras el 15M. Eso pensábamos todos. Estos partidos, organizaciones, colectivos por supuesto tienen tradiciones, ideología y visiones del mundo muy diversas, y esa pluralidad es enriquecedora, sin duda.  Se daba por hecho que compartían los objetivos generales de la movilización, pero fue una desagradable sorpresa el comprobar que también compartían bastantes de ellos una idea de organización jerárquica estructurada de arriba a abajo. Es decir, con líderes que marcan la estrategia y sus militantes-marchantes que la siguen sin rechistar, estén o no de acuerdo, sin posibilidad de tomar parte en la toma de decisiones e incluso a veces sin saber lo que se decide. "Líderes" que en muchos casos aspiran a que su visión de la lucha, de los pasos a seguir, incluso sus principios ideológicos acaben siendo asimilados por otros grupos, convencidos que el camino que ellos proponen es el único correcto. Si el buen funcionamiento de una sola organización regida con esos parámetros es dudoso, imaginémonos lo que podemos esperar si pretendemos funcionar así con una agrupación o coordinadora de muchos grupos y colectivos. El resultado que se puede esperar  es algo como lo que se produjo el 22M: una gran movilización con potencial para cambiar las cosas, tristemente desaprovechada. Un plan por muy acertado y sincero que sea, puede malograrse si no han sido compartido y elaborado desde la base. Esperemos que sirva por lo menos para que estos líderes interioricen que con esta concepción vertical de las organización de la lucha no se va a ninguna parte, que el sectarismo impide avanzar, que construir de verdad poder popular requiere que los movimientos sociales, la gente, participen en la toma de decisiones, que la información y las propuestas circulen en los dos sentidos. Quiero confiar en ello.





Por tanto, creo claro que se necesita otra forma de entender la política que implique e ilusione a la gente. Hacen falta nuevas organizaciones que cuenten con ellos,  o más bien que sean la gente, que integren a colectivos y grupos, donde la información y las propuestas fluyan de abajo a arriba y de arriba abajo, con líderes-galvanizadores, elegidos en procesos abiertos y trasparentes, que sepan convencer con argumentos, y al mismo tiempo asimilar las propuestas, las diferencias de criterio, y las críticas, que sean capaces de proponer un plan, una hoja de ruta ilusionante para una mayoría social, fruto de las contribuciones de cuanto mayor número de grupos y personas sea posible, para construir una democracia verdaderamente participativa, gestionando la pluralidad, donde la prioridad sea las necesidades de la mayoría y no de los oligopolios, y donde la democracia económica sea posible. Esta carencia es la que en mi opinión viene a suplir PODEMOS.




PODEMOS significa algo que va mucho más allá de una candidatura para unas elecciones europeas. Supone la convicción de que podemos conformar una mayoría desde la base para cambiar este país y conseguir que la prioridad sea satisfacer las necesidades de la mayoría, y también que nos COMPROMETEMOS a partir de ya a ser protagonistas de ese cambio. Si no esto es así, no tiene sentido. El entusiasmo y el optimismo que he visto estos meses creo que viene precisamente de esa convicción. De que se puede, de que no hay que resignarse al guión trillado, a la hoja de ruta que nos marquen los de siempre. De pensar firmemente que es esa es la dirección para salir del túnel y que se nos ofrece una buena oportunidad que no deberíamos desaprovechar. De que se puede seguir desarrollando las conciencias y el poder popular, que despertaron en nuestras plazas hace ya 3 años.  No tenemos tiempo que perder, ni resignarnos a esperar que surja más adelante un PODEMOS BIS perfeccionado. La realidad apremia.




Se preguntarán muchos, ¿realmente podemos?. ¿Y cómo podremos?. ¡¡¡Claro que podemos!!!, podremos si en nuestra día a día contribuimos coherente y organizadamente en un plan para superar este sistema. Y si lo hacemos en todos las facetas de nuestra vida: como consumidores, como votantes, como afiliados a un sindicato, trabajadores por cuenta ajena, funcionarios, como autónomos o emprendedores que  participan íntegramente en  la creación y distribución de la riqueza con un sentido colectivo. ¡¡Así podremos!!



La alternativa a esto, ¿cuál es?. ¿Resignarnos esperando que el deterioro económico y social no nos salpique demasiado?. ¿Emigrar con la perspectiva de no volver?. ¿Esperar a vernos a nosotros mismos o a nuestro familiares hacinados en un pasillo de emergencias de un hospital, o sin poder pagar la calefacción, o con las pensiones reducidas en más de un 10% de golpe y porrazo?. ¿O con el anuncio de un impuesto confiscatorio para pagar la deuda contraída por nuestra sistema financiero con los bancos alemanes?.  ¡Por supuesto que no!. Porque Podemos y Debemos cambiar las cosas, entre todos, implicándonos y organizándonos, construyendo realmente poder popular, sin agoreros que nos marquen el camino de la derrota, y sin "líderes" de la vanguardia revolucionaria emisora de certificados de pureza ideológica, esperando que el pueblo se ponga a sus órdenes para anunciar la buena nueva, ¡¡¡¡ASÍ SÍ PODEMOS!!!.









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