Hola
a todos, Soy Juan Ramón Martín Menoyo, un expatriado que desde hace bastantes años
reside en Arabia Saudí. Y un privilegiado, al que le duele tremendamente la
situación en la que vive una buena parte de la gente de su país y quiere
contribuir a dar un vuelco a la situación. Por ello, quería pediros vuestra
implicación en la plataforma Podemos más allá de estas elecciones del 25 de
mayo, y de las próximas que vengan. Que forméis parte y os impliquéis en ella.
En este texto os quería comentar mis motivos.
-Las
elecciones Europeas del 25M se dan en un momento de máxima desafección respecto
a las instituciones europeas y los distintos gobiernos nacionales, alejados de
la gente, que cada vez se siente menos representada por ellos, a los que en
algunos casos ni siquiera han elegido. Son unas instituciones cada vez más
claramente al servicio de las élites y las grandes corporaciones, en consonancia con un modelo capitalista
neoliberal que provoca que las diferencias entre los más pudientes y los que
menos tienen se exacerben y llevando a más gente, a más familias a la exclusión
social. Esto adquiere unos tintes especialmente dramáticos en los países del
Sur de Europa, con gobiernos seguidistas de los recortes impuestos por el núcleo duro de la UE y la Troika. A consecuencia de ello se
están dando fenómenos tan extremos como la malnutrición infantil o la pobreza
energética de un número creciente de familias. Para completar el cuadro, esa
exclusión y desapego ciudadano hacia lo que representa la Unión Europea , está siendo
canalizado por movimientos y partidos abiertamente xenófobos y ultraderechistas
que no paran de aumentar en apoyo social. El panorama no se aleja a una
distopía y nos recuerda a un pasado no tan lejano. Ancianos buscando en los
contenedores, personas hacinadas en los pasillos de urgencias de los hospitales,
familias que no pueden encender la calefacción en invierno. Tristes,
tristísimas imágenes, con las que convivimos en esta triste y vieja Europa.
En España confluyen dos crisis
interrelacionadas, la económica, con un modelo económico agotado y la política
con unas instituciones absolutamente desprestigiadas. Subyace en todo esto una
crisis moral y de valores que ha calado más hondo de lo que parece. La ganancia
o el pelotazo a cualquier precio, individualismo, sálvese quién pueda,
relativismo moral han sido exhibidos como principios fundamentales sin tapujos, y no sólo
por la élite, precisamente. La situación de emergencia social que condena a la
exclusión a un número cada vez mayor de personas, hace cada vez menos
sostenible un régimen cuyo principal exponente es una monarquía y dos partidos
de gobierno intrínsicamente corruptos, prevaricadores, mentirosos y al servicio de
los intereses de oligopolios energéticos, financieros y del "capitalismo
castizo español" en general, y en detrimento de los de la mayoría de la
gente. La impostura de este sistema, a pesar de los agoreros de la recuperación
y de las vuelta a la prosperidad general, aguanta ya a duras penas (y cabe que
sucesos desfavorables en la situación económica mundial lo acabe precipitando),
pero sin una alternativa real, el régimen puede propiciar una reforma del mismo
para que nada cambie. Por eso, en este contexto se hace imprescindible una respuesta
de ruptura, popular, que aglutine la lucha frente a este sistema y construya
las bases de uno nuevo. ¿Y con qué nos encontramos?. Pues con que los que
estarían llamados a liderar ese proceso en el país no son capaces de movilizar
a esa mayoría de gente que está sufriendo, y que ve día a día violentada su
dignidad como ciudadanos. Es difícil que esa gente pueda confiar en
organizaciones jerarquizadas y verticales con miembros incrustados por
décadas en sus cúpulas, demasiado alejadas de su militancia, realmente combativa y consecuente, y que no ofrecen un plan ni ilusionante, ni viable, ni
participativo para superar este régimen. Parece más bien, que quisieran
contribuir a reformarlo desde dentro aliándose con la pata supuestamente
“progresista” del mismo. Respecto a los sindicatos mayoritarios, pese a contar también con unas bases comprometidas y luchadoras, lamentablemente, no se puede esperar gran
cosa de ellos. ¿Qué esperar de unas cúpulas burocratizadas que han hecho
depender a la organización de unas subvenciones concedidas “discrecionalmente”
por las administraciones públicas, y de que éstas miren para otro lado respecto
a un uso de las mismas que difiere radicalmente del motivo para el que habían sido concedidas?. Por otra parte,
existe una gran variedad de pequeños partidos y organizaciones con programas abierta y
sinceramente rupturistas o revolucionarios, pero su planteamiento sobre cómo
tiene que ser ese proceso y el papel que ellos quieren jugar en él hace casi
imposible que se pueda conformar un bloque con la capacidad para hacerlo.
En
este aspecto, quería compartir una reflexión respecto a las Marchas de la Dignidad , en las que tuve
el privilegio de participar el pasado mes de
marzo. Fue un honor conocer a un montón de gente común, en muchos casos con una
situación muy precaria, pero con una conciencia muy clara de querer
involucrarse totalmente en la lucha para cambiar radicalmente el actual estado
de cosas “cueste lo que cueste”. Querían dejar claro que nadie nos puede robar
la dignidad como ciudadanos y que
podemos aspirar a un sistema que esté al servicio de las necesidades de la
mayoría. No dudaban estos
luchadores que corresponde a “los de abajo” batirse el cobre para dar un vuelco
a la situación. Y una movilización continuada, andando, que salía de muchos
puntos, con el apoyo de una larga lista de organizaciones, y que confluía en
Madrid un 22 de marzo, podía suponer un antes y un después en esa lucha. Un aldabonazo, un nuevo grito en las conciencias tras el 15M. Eso
pensábamos todos. Estos partidos, organizaciones, colectivos por supuesto
tienen tradiciones, ideología y visiones del mundo muy diversas, y esa
pluralidad es enriquecedora, sin duda.
Se daba por hecho que compartían los objetivos generales de la
movilización, pero fue una desagradable sorpresa el comprobar que también
compartían bastantes de ellos una idea de organización jerárquica estructurada
de arriba a abajo. Es decir, con líderes que marcan la estrategia y sus
militantes-marchantes que la siguen sin rechistar, estén o no de acuerdo, sin
posibilidad de tomar parte en la toma de decisiones e incluso a veces sin saber
lo que se decide. "Líderes" que en muchos casos aspiran a que su visión de la
lucha, de los pasos a seguir, incluso sus principios ideológicos acaben siendo
asimilados por otros grupos, convencidos que el camino que ellos proponen es el único correcto. Si el buen funcionamiento de una sola organización regida con esos
parámetros es dudoso, imaginémonos lo que podemos esperar si pretendemos
funcionar así con una agrupación o coordinadora de muchos grupos y colectivos.
El resultado que se puede esperar es
algo como lo que se produjo el 22M: una gran movilización con potencial para
cambiar las cosas, tristemente desaprovechada. Un plan por muy acertado y sincero que sea, puede malograrse si no han sido compartido y elaborado desde la base. Esperemos que sirva por lo menos
para que estos líderes interioricen que con esta concepción vertical de las
organización de la lucha no se va a ninguna parte, que el sectarismo impide
avanzar, que construir de verdad poder popular requiere que los movimientos
sociales, la gente, participen en la toma de decisiones, que la información y las
propuestas circulen en los dos sentidos. Quiero confiar en ello.
Por
tanto, creo claro que se necesita otra forma de entender la política que
implique e ilusione a la gente. Hacen falta nuevas organizaciones que cuenten
con ellos, o más bien que sean la
gente, que integren a colectivos y grupos, donde la información y las
propuestas fluyan de abajo a arriba y de arriba abajo, con líderes-galvanizadores,
elegidos en procesos abiertos y trasparentes, que sepan convencer con
argumentos, y al mismo tiempo asimilar las propuestas, las diferencias de
criterio, y las críticas, que sean capaces de proponer un plan, una hoja de
ruta ilusionante para una mayoría social, fruto de las contribuciones de cuanto
mayor número de grupos y personas sea posible, para construir una democracia
verdaderamente participativa, gestionando la pluralidad, donde la prioridad sea
las necesidades de la mayoría y no de los oligopolios, y donde la democracia
económica sea posible. Esta carencia es la que en mi opinión viene a suplir
PODEMOS.
PODEMOS
significa algo que va mucho más allá de una candidatura para unas elecciones
europeas. Supone la convicción de que podemos conformar una mayoría desde la
base para cambiar este país y conseguir que la prioridad sea satisfacer las
necesidades de la mayoría, y también que nos COMPROMETEMOS a partir de ya a ser
protagonistas de ese cambio. Si no esto es así, no tiene sentido. El entusiasmo y el
optimismo que he visto estos meses creo que viene precisamente de esa
convicción. De que se puede, de que no hay que resignarse al guión trillado, a la hoja de ruta que nos marquen los de siempre. De pensar firmemente que es esa es la dirección para salir del túnel y que
se nos ofrece una buena oportunidad que no deberíamos desaprovechar. De que se puede seguir desarrollando las conciencias y el poder popular, que despertaron en nuestras plazas hace ya 3 años. No tenemos
tiempo que perder, ni resignarnos a esperar que surja más adelante un PODEMOS BIS perfeccionado. La
realidad apremia.
Se
preguntarán muchos, ¿realmente podemos?. ¿Y cómo podremos?. ¡¡¡Claro que podemos!!!,
podremos si en nuestra día a día contribuimos coherente y organizadamente en un
plan para superar este sistema. Y si lo hacemos en todos las facetas de nuestra
vida: como consumidores, como votantes, como afiliados a un sindicato,
trabajadores por cuenta ajena, funcionarios, como autónomos o emprendedores
que participan íntegramente en la creación y distribución de la riqueza con
un sentido colectivo. ¡¡Así podremos!!
La
alternativa a esto, ¿cuál es?. ¿Resignarnos esperando que el deterioro
económico y social no nos salpique demasiado?. ¿Emigrar con la perspectiva de
no volver?. ¿Esperar a vernos a nosotros mismos o a nuestro familiares
hacinados en un pasillo de emergencias de un hospital, o sin poder pagar la
calefacción, o con las pensiones reducidas en más de un 10% de golpe y
porrazo?. ¿O con el anuncio de un impuesto confiscatorio para pagar la deuda
contraída por nuestra sistema financiero con los bancos alemanes?. ¡Por supuesto
que no!. Porque Podemos y Debemos cambiar las cosas, entre todos, implicándonos
y organizándonos, construyendo realmente poder popular, sin agoreros que nos
marquen el camino de la derrota, y sin "líderes" de la vanguardia revolucionaria emisora de certificados de pureza ideológica, esperando que el pueblo se ponga a sus órdenes para anunciar la buena nueva,
¡¡¡¡ASÍ SÍ PODEMOS!!!.
No comments:
Post a Comment