Sunday 22 February 2009

Dignidad dormida o callada. (I). Fernando Buesa.



Bueno esto era algo que tenía ganas de escribir hace bastante tiempo. Pretendo mostrar episodios de mi realidad vasca tal como yo la he vivido o quizá intento conectar una serie de imágenes, situaciones. Quiero mostrar un clima, aludido, denunciado, pero no sé si suficientemente comprendido y asumido en su significado, y en lo que condiciona la salida a esta inmundicia. No quería mostrar juicios demasiado explícitos, creo que no es necesario. Me interesa mostrar como la cotidianeidad y la rutina de los vascos se relaciona con el terrorismo de ETA. También creo que si han quedado grabados a fuego en mi memoria quizá merezca compartirlo con alguien. ¿Que la memoria es selectiva? Por supuesto. Por eso os animo a todos a sacar otros nombres, y que me plagie el que quiera. Pienso también en el relativismo moral, en figuras incontestablemente heroicas, casi suicidas, como Anna Politkovskaya, más que probablemente asesinada desde las alcantarillas del poder pilotadas por un tal Putin, mequetrefe sanguinario, elevado al status de respetable líder con patente de corso emitida por la Comunidad Internacional. Pero bueno, ahora toca hablar de ETA...



22 de febrero de 2000. 16:45. Los mismos caracteres, pixelados y estáticos, del teletexto, que dan cuenta de las pequeñas subidas y bajadas de las bolsas, anuncian en formato de titular de última hora el asesinato de Fernando Buesa, Exconsejero de Educación y Exvicelehendakari del Partido Socialista de Euskadi, y el ertzaina Jorge Díez, su escolta. Esa coincidencia me impresionó. Cuando las radios y televisiones iban desgranando información sobre el atentado, sentí que aumentaba la sensación de vértigo, una vez que el suceso va penetrando lenta pero inexorablemente en el terreno que nuestra mente reserva para lo real. Me doy cuenta de que que asumíamos que a alguien de este nivel de responsabilidad política nunca le tocaría. Solo algún lamento vehemente interrumpía el espeso silencio de mi casa.


La furgoneta bomba estalló a escasos metros donde pasaban el señor Buesa y su escolta, cuando caminaba hacia la sede socialista en Vitoria. Las primeras imágenes del atentado mostraban la furgoneta ardiendo, ruidos de sirenas, y la ertzaintza y algún transeúnte atribulado rodeando la escena. Me recordaba por un momento más a las zonas del mundo devastadas por guerras permanentes que a la capital vasca, Vitoria-Gasteiz, la de las largas, espaciosas y arboladas avenidas.


La explosión se escucho prácticamente en toda Vitoria. Josu Jon Imaz, Vicelehendakari y portavoz del Gobierno Vasco, en plena rueda de prensa en Lakua, tras un Consejo de Gobierno, se sobresaltaba encogiendo el cuerpo y mostrando una sonrisa nerviosa. Me lo imaginé diciendo “¡joé, vaya petardazo!” al mismo tiempo que pensaba lo que muchos vascos pensamos cuando se oye un estruendo similar. El movimiento de los periodistas hacia el lugar de donde venia el ruido, y dando la espalda al señor Imaz, era revelador.


Aunque todavía aturdido, tenia que volver a mis quehaceres, la vida sigue. Me dirigí por la avenida principal de mi pueblo a una fotocopistería. Esperaba mi turno cuando apareció un hombre de pelo canoso de baja estatura. “En Gasteiz uno ha salido volando” espetó sin ocultar su satisfacción, dirigiéndose al que regentaba el negocio. El chico de detrás del mostrador no pudo evitar una mueca de callada sorpresa, con los ojos muy abiertos, pero difícilmente alguien podía captar la complicidad que el trasmisor de la noticia esperaba. A fin de cuentas al dueño de un negocio no le interesaba pronunciarse sobre “política”, porque en el País Vasco una mayoría, bastante silenciosa eso sí, está en contra del terrorismo (aunque los de la minoría también compran, como acertadamente habrán pensado otros comerciantes).

Cuando salgo de la fotocopistería, me topo con el runrún del viejo aparato de radio del quiosquero de al lado. Evidentemente todo gira en torno al asesinato de Buesa y su escolta. Me impresiona su rictus inexpresivo, como si en lugar de una radio lo que sonara fueran los monótonos zumbidos de un ventilador demasiado usado. Me impresiona y decepciona también mi propio silencio, después de vivir tantas cosas, de participar en tantas protestas, bastantes, es verdad, silenciosas.


A las seis se reúne Junta de Cáritas Interparroquial de Llodio mi pueblo, de la que yo formaba parte. Llego a las Oficina y reviso como siempre unos documentos en un despacho. En ese momento entra la asistente social, me agarra del hombro y me dice acongojada mientras estamos solos: ¡Juanra, han matado a Buesa!. Sus palabras me hacían recordar el vértigo que me produjo sentir que ETA había traspasado otro límite. ¡Como si los límites más inimaginables no se hubieran superado ya!, si es que existieron!. El orden del día, no se modifica: Lectura del Acta de la Reunión Anterior, Seguimiento de Programas de Promoción Social y Atención Primaria y Ruegos y Preguntas. En la Junta percibo, antes de comenzar, un silencio tenso. Me doy cuenta que hay miembros de prácticamente todas las sensibilidades políticas de nuestro pueblo, aunque no militen en ningún partido. Ni falta que hace, en mi pueblo casi todos nos conocemos. Posteriormente se me ha ocurrido comparar esta situación con la incomodidad de los asistentes a un funeral, cuyo terror a cometer una inconveniencia al expresar su pésame a los allegados directos pesara más que el dolor inmenso por la muerte, hasta el punto de bloquearlos, hasta el punto de caer en la insensibilidad más absoluta. Nadie dijo nada en esa reunión sobre los asesinatos, yo tampoco, ni siquiera en ruegos y preguntas.


Ese fin de semana se organizó una manifestación en Vitoria. Fue numerosa, pero es lamentable decir que mas bien hubo dos manifestaciones separadas en el tiempo y en el espacio ¿y eso por qué?. Pues porque esta vez tampoco hubo forma llegar a un acuerdo "prepolítico" de todas las fuerzas democráticas, contra el modelo totalitario y terrorista de ETA, lo que en algún tiempo pareció posible. Y porque primaba más escenificar las diferencias políticas que reflejar el rechazo frontal de la inmensa mayoría de la sociedad al asesinato de una persona por pertenecer a un partido político y por ocupar un puesto de responsabilidad representando a ese partido. Fernando Buesa era considerado un hombre tenaz y de firmes convicciones, pero también dialogante como lo demuestra su época al frente de la Consejera de Educación del Gobierno Vasco fruto del pacto PNV-PSE, (1991-1994). Mi desazón era total al ver como en la misma manifestación se usaban símbolos como las banderas, no ya como elemento de reafirmación sino como arma arrojadiza, como si fuera un insulto (que también los hubo) contra “los otros”.


Vuelvo a 2009 y cuando escucho los ecos de la última semifinal del Tau-Cerámica-Barça, 9 años después de su asesinato, no puedo evitar acordarme de que el cambio de nombre del pabellón Araba por “Buesa Arena” tampoco mereció unanimidad de todos los representantes políticos, ni de toda la sociedad, cosa que si fue posible en Málaga en el caso de Martín Carpena. De todas formas, no pierdo la esperanza de que algún día se alzara una voz lo suficientemente fuerte y unánime, que dé el golpe de gracia a esta inmundicia.

4 comments:

Jotaele said...

más mazas y menos manifestaciones

jonerramun said...

El "mazazo" yo lo veo más como un gesto de desesperación máxima muy sintomático. Yo digo menos ventajismo y corteza de miras de la política y menos cobardía e insensibilidad del conjunto de la sociedad vasca. No creo que necesitemos mazas, simplemente dejar de bajar la cabeza y que la gente de bien ocupe su sitio en la calle, diciéndoles las cosas en la cara en el día a día a los que apoyan esto, arrinconándoles y motrandoles que son una minoría. Y apoyando de verdad a todos los amenazados y extorsionados. Erradicar esta mafia extorsionadora debería ser algo prepolítico, una prioridad par cualquier sociedad que viva una lacra como ésta.

jonerramun said...
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Joe said...

Déjate de ostias y házle caso a JL